La historia de Glenda Murillo confunde.
Difiere de tantas otras sobre las peripecias de los emigrantes cubanos hasta llegar
a los puntos norteamericanos fronterizos con México y Canadá o directamente en
los aeropuertos. Quienes han vivido la experiencia coinciden en los hechos: lo
que desencadena el proceso para que los nacidos en la isla puedan entrar con un
status temporal es una declaración de intenciones directa: “Soy cubano y
solicito asilo político”. Solo entonces y mostrando los documentos que
identifican la veracidad del origen se inicia el papeleo y la entrevista con
preguntas fijas e inevitables. Al comenzar, el interrogado se compromete a
decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Debe responder
entonces a cuestiones como ¿Por qué quieres vivir en Estados Unidos? o ¿Por qué
saliste de Cuba? Las respuestas a esas y otras interrogantes forman parte de un
expediente que respalda el otorgamiento del documento o parole, concedido bajo
la comprensión del oficial de que el solicitante tiene miedo porque sufre persecución,
corre peligro y no son respetados sus derechos. Ese parole es una especie de
salvoconducto que permite permanecer en territorio norteamericano y que aporta
la fecha de entrada al país porque es al año y un día que cumple con uno de los
requisitos para aplicar la solicitud de residencia bajo la Ley de Ajuste Cubano.
Lo “llamativo” en el caso de la hija de Marino Murillo es la condescendencia
con que ha sido tratada. No ha entrado a este país por lo que ocurre o “padece”
en Cuba, sino por el deseo –según su tía- de reunirse con el novio. Si eso fue
lo que atestiguó a los oficiales en la frontera y le permitieron acceder, ha triunfado
el amor sobre las disposiciones para conceder documentos que generalmente se otorgan
cuando se manifiestan las circunstancias que conllevan a solicitar asilo. La web
de la institución migratoria norteamericana expone: “los individuos que están
siendo perseguidos en sus países de origen pueden solicitar el asilo, estatus
de refugio o protección temporal en los Estados Unidos”. Alguien ha mentido en
esta historia: la tía a la prensa o Glenda Murillo a los oficiales en la
frontera.
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